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E4: La música como poder 

  • talleresrn3
  • hace 7 días
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: hace 5 días

En la ciudad de Némora, donde las noches brillaban con neones de colores y los sueños se forjaban al ritmo de la música, existía una banda de rock llamada Los Hijos del Trueno. No eran una banda común; su música tenía un poder que nadie podía explicar. Cada acorde que tocaban sacudía el aire, cada grito del vocalista encendía chispas en el escenario, y cuando la batería retumbaba, se sentía como el latido de un dios dormido despertando. 


Lo que nadie sabía era que los integrantes de la banda no eran simples músicos, sino los últimos herederos de una antigua magia olvidada: la música primordial, aquella que dio forma al mundo cuando los dioses tocaban sus primeras melodías en el cosmos. 


El vocalista, Drake, tenía una voz capaz de romper maldiciones y despertar espíritus dormidos. Lena, la guitarrista, hacía que las cuerdas de su instrumento crearan visiones de otros mundos. Axel, el baterista, golpeaba los tambores con tal fuerza que hacía temblar el suelo. Y Roy, el bajista, podía ralentizar el tiempo con sus notas profundas y vibrantes. 


Un día, un hombre misterioso apareció en uno de sus conciertos. Se hacía llamar Silas, el Silencioso, y vestía una capa oscura que parecía absorber la luz. 


Cuando la banda terminó su última canción, él se acercó y les dijo con voz rasposa: “La música que tocan no es solo arte. Es poder, y hay quienes desean robárselo”. 


Esa misma noche, una sombra oscura y espantosa cubrió la ciudad. Criaturas hechas de silencio puro, espectros que devoraban el sonido, comenzaron a invadir Némora, apagando los neones y robando las voces de la gente. Los Hijos del Trueno comprendieron que debían luchar con lo único que tenían: su música. 


Subieron a la terraza más alta de la ciudad y comenzaron a tocar como nunca antes. La batería de Axel golpeó como truenos en el cielo, la guitarra de Lena ardió como fuego, el bajo de Roy vibró como el alma del mundo, y la voz de Drake rasgó el silencio como un relámpago. 


Las sombras se retorcieron, debilitadas por la música. Con un último acorde, la ciudad explotó en luz y sonido. Los espectros se desvanecieron y la magia de la música volvió a fluir por las calles. 

Desde entonces, Los Hijos del Trueno siguen tocando, recorriendo el mundo y enfrentando nuevas amenazas. Porque la música no es solo entretenimiento; es un poder capaz de cambiar realidades. Y ellos son sus guardianes. 


Por Victoria Patterson. 3° TM

 
 
 

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