Argentina: carta del pasado al presente
- talleresrn3
- 5 ago
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Actualizado: 6 ago
EJE: TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD
Rio Colorado, 24 de junio de 1952
Querida yo del futuro:
No sé si esto que escribiré llegará algún día a destino, ni cómo funcionarán las cosas en el futuro en el que estás, pero tengo fe de que estas palabras cruzarán el tiempo. Hoy siento como si estuviera escribiéndole a un fantasma o a un ente del porvenir… Como si, de alguna manera, estar escribiéndote esto no tuviera sentido. Quizás es solo una necesidad de dejar plasmado lo que pienso, lo que siento, con la esperanza de que vos, allá en el futuro, recuerdes quién fuiste.
Me cuesta imaginar la vida que podés estar llevando, ahora, en este tiempo en el que me encuentro, todo es más simple, usamos teléfonos fijos que cuelgan de la pared, escribimos cartas a mano que viajan días para llegar a su destino, escuchamos discos de vinilo en el tocadiscos, y en casa aún no tenemos televisión. La radio nos acompaña todo el día con noticias, novelas, música y esas voces que ya forman parte de la familia.
Puedo imaginar un posible futuro, aunque todavía me cuesta creerlo. A veces veo revistas que hablan de avances increíbles, como máquinas que permitirán ver y hablar con alguien que esté al otro lado del mundo, autos que se manejan solos, personas que viajan al espacio como si fueran turistas. Incluso leí que podríamos llegar a vivir en la Luna o en Marte… ¿Eso es verdad?
¿Todavía se usará papel? ¿Las personas aún seguirán leyendo el diario cada mañana? ¿O todo eso habrá sido reemplazado? Tengo tantas dudas... Siento que la tecnología avanza a la velocidad de la luz, y no puedo evitar preguntarme si ese avance ha sido para bien. ¿Sigue la gente encontrándose en la plaza para conversar? ¿Todavía se envían cartas?
A veces el miedo me invade, ya que pienso que tal vez, en el afán de crear un mundo más práctico, más rápido, más conectado, perdamos lo esencial, el contacto humano, el calor de una charla cara a cara, el placer de leer un buen libro en papel, de escuchar los rumores
del pueblo ¿Será que en tu tiempo las personas eligen encerrarse en sus propios mundos? ¿O encontraremos una manera de equilibrar los avances con los afectos, lo nuevo con lo esencial?
Pero no quiero sonar amarga ni pesimista. Estoy segura de que, así como pueden venir cosas malas, vendrán también miles de cosas buenas. Quizás hayan encontrado curas para enfermedades que hoy nos asustan y nos quitan el sueño. Tal vez ningún chico tenga que dormirse con hambre, y se haya logrado un mundo más justo, más humano, más solidario. Quizás incluso la felicidad se vuelva eterna. Si así fue, entonces todos esos avances habrán valido la pena.
Lo único que puedo pedirte, con todo mi corazón, es que no te olvides de vos misma. De esa versión más joven que hoy sueña, que se ilusiona, que a veces se equivoca, pero que nunca deja de imaginar un futuro mejor. No te olvides de tus raíces, de tus amigos ni de tu familia. No dejes de soñar, por más años que pasen, por más cambios que vivas, no dejes de tener metas, proyectos, ilusiones. Aunque el mundo cambie, hay cosas que no deberían cambiar nunca. Y una de ellas es la capacidad de sentir, de emocionarse, de creer en algo.
Si esta carta ha llegado a vos, de alguna forma, es porque el lazo entre lo que fuimos y lo que seremos es más fuerte de lo que imaginamos. Tal vez sea solo un ejercicio de memoria, o un puente invisible entre dos versiones de una misma vida. Pero sea como sea, gracias por leerla. Gracias por seguir adelante. Gracias por no olvidar.
Con curiosidad, esperanza y algo de nostalgia,
Tu yo de los años 50.
Renata Parra. Taller de Comunicación, 5° TM.
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